martes, 27 de noviembre de 2012

RELATO DE VIAJE A MEXICO

A continuación os dejamos un relato de viaje de uno de nuestros clientes que realizó un viaje por las Ciudades Coloniales de Mexico en Octubre-Noviembre 2012 (Maria Vicenta Nadal & acompañante):

 

"Las ciudades coloniales son el fiel reflejo de un pasado con ancestros comunes de intactas y evidentes huellas hispanas pero con nuevas formas, aromas y colores que el tiempo ha pintado en sus recintos y en sus muros. Para mí visitarlas es siempre como viajar a un tiempo que aquí nunca existió, al periodo del Barroco en el Nuevo Mundo.

En México la mayor parte de estas poblaciones son o fueron mineras y hoy son localidades de diversos tamaños y aspectos, de nombres purépechas, castellanos, árabes o mestizos: Querétaro, Guanajuato, Zacatecas, Guadalajara, Morelia, S. Miguel de Allende, S. Luis del Potosí, Pátzcuaro, Cuernavaca, Taxco…, pero en sus centros históricos todas ellas tienen anchas calles rectilíneas, con soportales y plazas, engalanados templos, conventos, palacios y hermosísimas casonas de frondosos patios con fuentes, arcos y enredaderas. Pasear por ellas, entrar en sus edificios, sentarse en sus plazas, es un verdadero placer para todos los sentidos.


Catedral de San Luis de Potosi
A medida que transcurrían los años y que fluía la plata de las profundidades de la Nueva España, mediante un proceso de sincretismo religioso, cultural y social, lo indígena se incorporaba a lo metropolitano y en el arte configuraba un barroco colonial delirante y fecundo, repleto de imaginación que empleaba con absoluta naturalidad y de forma simultánea los elementos europeos característicos del manierismo, del barroco, del churrigueresco y del rococó asociándolos y coloreándolos sin prejuicios y envolviéndolos en fulgurantes reflejos de oro y plata. Si hay una figura que pueda servir de ejemplo de este sincretismo podrían ser los omnipresentes ángeles que aparecen a veces con rostros mestizos o con tocados y sombreros de plumas aunque también es frecuente que en los relieves de piedra y en las cenefas pintadas se incorporen las mazorcas de maíz y las frutas exóticas a las guirnaldas de flores.

Si además hacemos coincidir nuestro periplo colonial con fechas tan señaladas en México como la fiesta de los muertos, los días 1 y 2 de noviembre, la exuberancia llega al paroxismo porque en esas fechas, quizás para mitigar el dolor de la ausencia y olvidar el largo silencio de los que partieron o quizás para evocar un futuro reencuentro en el más allá, los mexicanos preparan una gran fiesta en honor de sus difuntos. 





La Muerte adquiere allí muchos nombres: la Pelona, la Flaca, la Fría, la Apestosa, la Huesuda, la Calaca, la Catrina…y algunos la veneran como a una santa. Durante esos días los esqueletos y calaveras, los altares con ofrendas de frutos, flores, comidas y bebidas son omnipresentes desde el Palacio Nacional hasta el hogar más humilde y por supuesto en los cementerios donde el cempasúchil o clavel chino lo tiñe todo de naranja y donde los mariachis rondan alrededor de las tumbas dedicando sus corridos y boleros a los muertos más recordados. 





Nuestra estancia en México coincidió además con una invasión de alebrijes gigantes de la que nadie nos había avisado y que finalmente aparcaron en el Paseo de la Reforma de la city; esto todavía le dio más colorido al viaje porque no sabíamos que existían ¡y nos encantaron!

Aunque los barrios y colonias a visitar en DF son muchísimos, algunos encantadores y repletos de museos como San Ángel o Coyoacán, aunque la Alameda y aledaños tiene museos, iglesias, palacios y murales para pasarse dos o tres días enteros por allí, alguno de los días de estancia en la capital salimos de excursión a lugares relativamente próximos como Teotihuacan, y el mismo día visitamos después los gigantes de Tula y ya de regreso a DF pasamos por Tepozotlán y entramos en su museo del virreinato, algo que les recomendaría incluir en sus circuitos, porque tanto Tula como Tepozotlán son poco frecuentados y ambos lugares merecen ser visitados
."

Tula

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